jueves, 31 de julio de 2008

Comida, copa, puro y... plato.



Nadie duda de que lo más importante de un plato sea lo que se pone encima de él, pero, de vez en cuando, conviene mirar a ver qué nos ofrece éste por debajo.
No es sólo la fantástica simplicidad del habitual símbolo del tenedor y la copa lo que hace especial a la trasera de este plato de postre, sino el pequeño placer que uno recibe al pasar la mano por el relieve de la cerámica esmaltada. Como en el cuento de terror de John Anthony, El hipnoglifo, algunos nacimos ya predispuestos a perder el tiempo tocando un objeto cualquiera.

The Beverly Hills Hotel



Cuando los gedeones han perdido el derecho a hacer proselitismo en los hoteles regalándonos sus biblias, los que sólo disfrutamos de verdad de unas vacaciones si nos llevamos de vuelta a casa algo del hotel fijamos ahora nuestra mirada en el resto de pequeñas cosas que nos reciben el primer día en la habitación.
Este bolígrafo de un hotel de Los Ángeles es una preciosa muestra del saber hacer del diseño popular americano. Aunque, casi con toda seguridad, haya sido realizado en la actualidad, intenta recordarnos que hubo un tiempo en que el diseño (los diseñadores), menos preocupado por su imagen, no huía de su condición de oficio.
Y todos sus productos nos transmiten el sosiego que les da esa conciencia.

Estación de muestreo


Su nombre es "estación de muestreo", y es parte del legado que la ínclita Isabel II nos dejó al pueblo de Madrid. No se si el color turquesa es posterior, pero podría tratarse de la intervención de un artista gay en la bahía de San Francisco, o bien un guiño industrial a Alicia en el País de las Maravillas. Tengo localizadas varias por el centro, ésta en la puerta del pub Santa Bárbara y otra en el Dos de Mayo.
Confirmando la Ley Universal que dice eso de "siempre hay alguien mucho más freak que tú" he encontrado esto, que me ha llevado a un maravilloso flickr sobre tapas de alcantarillas japonesas. Como siempre, a años luz.