jueves, 23 de octubre de 2008

Por Júpiter, por favor


En primer lugar, dar las gracias a Manolo Jiménez Malo por la fotografía de este hermoso sello de una tienda ya desaparecida de pararrayos, como su propio nombre indica.
Antes de pasar a comentar el nombre, sin duda lo más importante para esta empresa, mucho más que la propia imagen, señalar la curiosa relación que existe en el diseño popular entre las instalaciones eléctricas y todo lo que las rodea y las tipografías stencil. No sé a qué se debe, pero tenemos ya una buena colección de fotografías de contadores de la luz, de algunos rótulos de ferreterías... en los que así sucede. Por cierto que también desconozco cómo se llama lo que vemos en la imagen, el nombre pintado en la pared a un lado del propio local, por eso uso indistintamente rótulo y sello.
Hace poco, Fernando Beltrán (para quien no lo sepa se dedica a dar nombre a las empresas, tarea que ha guardado para sí una denominación inglesa que en español suena fatal: naming), recomendaba no nombrar nada con juegos de palabras, pues aunque en un principio pueda tener gracia, ésta se acaba y, al final, puede acabar pesando. No dudo de que en ocasiones esto pueda ser así pero, desde luego, no es este el caso. Y, si no me equivoco, esto se debe a la naturalidad y la facilidad con la que se accede a la doble lectura de la construcción. Un chiste tan tonto como este, que parece sacado de Mortadelo y Filemón, o de Superlópez (en En el pais de los juegos el tuerto es el rey había algo parecido: -¿Décimos, señor? -Nosotros decimos que no. Es una tontería y es infantil, pero es gracioso), es efectivo y duradero precisamente porque es inocente. Supongo que a lo que hacía referencia el señor Beltrán, es a los chistecillos supuestamente inteligentes con los que nos regalan el oído tan frecuentemente los diseñadores. Con más pretensiones, éstos se esmeran en crear algo trivial a primera vista, que de inmediato revelará su doble intención (en esencia así funcionan todos los chistes, como, sin ir más lejos el que estamos comentando), pero, al tiempo, nos quieren señalar el esfuerzo que ha costado crearlo. El trabajo de investigación y conceptualización que lleva detrás, dirían ellos. La gracia del pararrayos Júpiter es que, haya costado lo que haya costado hacerlo, el resultado es natural. Mientras que para los más torpes de entre los diseñadores actuales lo fundamental es enseñarnos su papel, descorriendo el telón de la naturalidad cotidiana al afirmarse como creadores.
Esta forma de actuar es típica de otros dos tipos de personas que, por cierto, tienen más de un rasgo en común con ellos: el artista contemporáneo que, incapaz de que su pieza (en cualquiera de las artes) explique nada por sí sola, ha de acompañar su obra de inmensos textos explicativos; y el gracioso que, en vez de dejarte rumiar el chiste tranquilo, pretende explicártelo una vez te has reído. O, en el peor de los casos, para que te rías de una vez por todas.

2 comentarios:

Germán Huici dijo...

Increíble. Muy bueno. Genial la foto como foto y el texto.
P.D. Deberías colgar la píldora que te mandé...

Germán Huici dijo...

Actualiza perraco.