jueves, 31 de julio de 2008

Comida, copa, puro y... plato.



Nadie duda de que lo más importante de un plato sea lo que se pone encima de él, pero, de vez en cuando, conviene mirar a ver qué nos ofrece éste por debajo.
No es sólo la fantástica simplicidad del habitual símbolo del tenedor y la copa lo que hace especial a la trasera de este plato de postre, sino el pequeño placer que uno recibe al pasar la mano por el relieve de la cerámica esmaltada. Como en el cuento de terror de John Anthony, El hipnoglifo, algunos nacimos ya predispuestos a perder el tiempo tocando un objeto cualquiera.

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