martes, 16 de septiembre de 2008

Decápodos de la China




Lo entiendo. Juro que lo entiendo. Comprendo y comparto la pasión que despierta el diseño japonés en occidente. Al fin y al cabo están en la onda y hacen mucho de lo que aquí se considera bueno con un espíritu más fino y acertado; en realidad, las más de las veces, ellos son la onda. Pero la finura japonesa no puede oscurecernos el juicio haciéndonos olvidar que en China también se hacen cosas bellísimas, incluso para nimiedades como un paquete de pan de gamba preparado como el que se puede ver más arriba. Y es que muchas veces abandonamos nuestro gusto a las condiciones del lugar donde encontramos los objetos, nos dejamos llevar por el sitio, por lo que rodea a una cosa para decidir si es bueno o malo. Cambiemos los caracteres de la caja y veámoslos ahora como si fueran japoneses, pensemos en un agradable expositor, delicado y limpio de formas de una tienda de productos nipones y no en los chinos cutres de la Plaza de San Ildefonso en Madrid donde compré esta caja. ¿No vemos este diseño con otros ojos? Seguro. Incluso, ahora, lo estaríamos sobrevalorando. Lo cierto es que no abríamos mejorado mucho, pues habríamos cambiado un prejuicio por otro.
Y es que el diseño chino nos ayuda a responder a una pregunta que nos acecha cada vez que hablamos de las maravillas del diseño popular, del diseño de oficio, que es: puesto que la gran mayoría de lo que vemos en la calle es una mierda (cierto), ¿no estamos siendo algo pretenciosos al valorarlo tan positivamente por unos pocos ejemplos que, además, son difíciles de encontrar? Tengo que reconocer que esta duda nos la planteamos cuando nos decidimos a comenzar con el blog, y que no fue hasta más tarde que creí poder solucionarla de alguna manera. Efectivamente, mucho de lo que se hace y se ha hecho en el diseño popular es malo (la mayoría), pero es que también la gran mayoría de lo que se hace y se ha hecho en el diseño con mayúsculas, no sabría como llamarlo, la verdad, es horroroso, y debe ser juzgado aún con más severidad, ya que tiene unas pretensiones y goza de un prestigio de los que el otro carece. La excelencia es minoritaria.
Entre los tarros y paquetes recargados, con dorados imposibles, fotografías de grasientos platos precocinados y colores chillones, que parecían convencerte de que no habría nada realmente bueno, de que buscar la belleza de lo cotidiano es inútil, este paquete se mantenía con una dignidad que merecía ser apreciada. Hic Rhodhus, hic salta.

6 comentarios:

Germán Huici dijo...

"Efectivamente, mucho de lo que se hace y se ha hecho en el diseño popular es malo (la mayoría), pero es que también la gran mayoría de lo que se hace y se ha hecho en el diseño con mayúsculas, no sabría como llamarlo, la verdad, es horroroso", efectivamente, ahí está la clave.
Lo que también cabe preguntarse es ¿siempre ha habido tal abundancia de cosas feas? Cuando no había tantas cosas, ¿no se cuidaban más de no crear algo realmente feo ya que aquello debía durar mucho tiempo y no podía ser sustituido? Cuando vamos a un pueblo antiguo bien conservado y nos da la impresión de que, aunque no sea especialmente bonito, nada allí desentona, nada es demasiado feo ni hortera ¿es una ilusión romántica o es verdad? ¿Hasta que punto Ruskin era un soñador sin sentido? En lo social desde luego, pero ¿en lo estético?

Mr.Menta dijo...

Contestando al tejón y uniendome a la conversación:
por una parte creo que tratar el tema de los objetos desde una perspectiva de belleza romántica me parece poco acertado en la medida en la que muchas necesidades que requerimos en la actualidad cómo puede ser la variedad, la higiene, la ergonomía, han empezado a ser valoradas en el campo del diseño desde hace poco más de un siglo, por lo menos en los terminos científicos que hoy consideramos deseables.
Por otra parte creo que el tiempo juega en beneficio de los objetos antigüos: posiblemente alguna tosca cuchara de pueblo, tan incómoda de llevarse a la boca; esa que deja un suve regustillo a madera no tuviera esos matices de recuerdo "a antes" si fuese de plástico y la vendiesen en el chino de al lado de casa.

Mr.Menta dijo...

Por otra parte perdona por no referirme a tu maravillosa caja de decápodos chinos. Es bonita. Tienes un blog encantador. Es estupendo darse un paseo por aqui y encontrarse esas pequeñas joyitas que pasan desaparecidas en el maremagnum de la ciudad

Miguel dijo...

A Per ver tutto,
En primer lugar agradecerte el interés que has sentido hacia el blog, demostrado ya en un par de comentarios. Pero no puedo evitar estar en desacuerdo contigo, aunque por otro lado tampoco llego a estar del todo de acuerdo con el Tejón. Y, aunque casi nunca lo consigo, intentaré ser claro.
Me parece que habrás podido comprobar a lo largo de los comentarios hechos en este blog que, efectivamente, los que formamos parte de él solemos combinar dos formas de valorar los objetos que, aunque suelen ser tomadas por antagónicas, creemos que, como mínimo van en paralelo, si es que no son la misma cosa: por un lado, el análisis formal de los objetos sus cualidades objetivas los elementos compositivos de sus distintas partes... y, por otro, la valoración sentimental(?).
En los años cuarenta o cincuenta, un grupo de vanguardia conocido como Movimiento por una Bauhaus Imaginista, ya postulaba la unión de ambos factores. Criticaban al racionalismo del movimiento moderno el haber dejado al azar todo lo que tuviese que ver con la percepción íntima de los objetos. Habría que sumar a esta crítica, también, que los modernos cayendo en una suerte de dogmatismo racionalista obviaban (y obvian) los saberes populares, así como las características reales del lugar para el que está destinado el producto, bien una casa, bien una silla. Un ejemplo clásico de esto es la célebre metedura de pata de Gropius cuando olvidando las normas tradicionales de orientación construyó el edificio de la Bauhaus de Dessau; con una pared compuesta mayoritariamente de cristal y sin una sola cortina, consiguió cocer durante un tiempo a alumnos y profesores.
Efectivamente, siento, o sentimos, creo hablar también por Alfredo, predilección por las cucharas de madera frente a las de plástico del chino pero, por favor no te metas con aquellas por el sabor que desprenden cuando el repugnante sabor del plástico, tan actual, tan higiénico y variado, contamina el sabor de cualquier comida que toque.
Hablas de ergonomía, higiene, y variedad. Primero, creo que habrías de separar los dos primeros términos del tercero, pues éste último es un valor casi únicamente en términos de mercado, y así se desarrolla. En cuanto a los anteriores, tienes que tener en cuenta que no se han de juzgar las cosas hacia su futuro, sino hacia su pasado, por tanto la cuchara de madera, no entra en competencia con la de acero inoxidable (por cierto, el acero hubiése sido más acertado que el plástico, sino con la mano y, la verdad, me parece más meritorio pasar de la mano como cubierto a la cuchara o al tenedor, que el simple cambio de materiales que supone el paso de la madera al acero.
Por último, sólo un recordatorio del desastre real que ha tenido como consecuencia la aceptación insensata de todos los presupuestos modernos, entre otros el que supone que todo lo anterior comparado con lo nuevo tiene, necesariamente, que ser una mierda. En los años sesenta el plástico hizo su aparición en España, barriendo a su paso con todos los jarros, jarrones, botijos, ensaladeras, queseras... Estos objetos, que al contrario de lo que sería lógico pensar, no eran más caros sino más baratos, duraban más y necesitaban de una industria menor para ser fabricados. Sus materias primas no tenían porque ser paseadas por medio mundo esperando ser manufacturadas, para venderse más tarde en terceros países, su producción era si se quiere decir con el término mejor visto últimamente, más verde pero, sobretodo, superaba a la organización racional del trabajo, la de los últimos doscientos años, en racionalidad.
Un abrazo.

Miguel dijo...

Por cierto, añadir que he vuelto a leer lo que te escribí, Per ver tutto, y siento no poder corregir la faltas de ortografía que he cometido. He intentado quitarlas pero, al parecer, cuando escribes un comentario a un artículo dejas de formar parte del blog, perdiendo los privilegios de escritura y reescritura.
Bueno, además de algunas frases sin demasiado sentido y otras tantas que se podrían haber dicho mejor, creo recordar que hay algún porqué sin tilde y un paréntesis sin cerrar que puede resultar confuso.
Disfruten las molestias.

Mr.Menta dijo...

Hola Miguel:

Mil gracias por la contestación tan clara y desarrollada:
Lo cierto es que estoy bastante en acuerdo con lo que comentas; mi contestación fue poco transparente para lo que quería expresar: una gotita de optimismo para el tejón: Un poco de confianza en el presente y en el futuro y tal vez vi una oportunidad en el lugar menos apropiado: tu blog.

Por mi parte no comulgo con la vertiente del racionalismo moderno que quiso destruir lo preexistente. Creo que la cultura popular es una enorme fuente de sabiduría afinada por décadas y décadas de experiencia (siglos también).
Podría criticar el movimiento moderno por su uniformidad, su "estilo internacional" y su universalismo... por ensalzar la razón, por intentar desprenderse de las emociones sin poder...
Pero valoro como positivo unas bases "higienistas", "cientifistas" (otra vez aventurándome) que ya hemos asimilado en nuestra vida cotidiana occidental. Y aún así se puede vivir de otras maneras menos "neuróticas": me encantaría sentarme en los baños del "elogio de la sombra" de Taniguchi.

No creo que la variedad sea un tema exclusivamente ligado al mercado aunque si al desarrollo de la industria y la producción. Creo que actualmente entendemos que se puede vivir la vida de muchas maneras dferentes: los tipos se han disuelto en prototipos y la heterogeneidad no es sólo formal o "cool" también permite llevar una vida con ciertos matices diferentes: ejemplo: Se construyen viviendas de formas diferentes y para usuarios más concretos y variados por un lado (se entiende que existe demanda para adquirirlas) y por otro se construyen viviendas flexibles y adaptables, más genéricas. Se entienda que el producto aunque industrial debe acomodarse a la vida del sujeto y no a la inversa. En el movimiento moderno estabán tan extasiados por la potencia del producto industrial que parece que las limitaciones homogeneizadoras de ésta no sólo se aceptaron sino que se elogiaron.


Sobre tu comentario de la cuchara de palo, la cuchara de plástico y el metal tienes toda la razón. No quería ensalzar el valor de la cuchara de plástico por encima de lo cómodas que son para las cenas multitudinarias e informales en las cuáles recojemos enrollando el mantel y tirándolo todo a la basura; no muy ecológico por otra parte: ¿existen cucharas de papel?

Un saludo y perdonar si me he extendido demasiado