domingo, 7 de septiembre de 2008

La horma de su zapato



Parece increíble que en los exhaustivos volúmenes de Phaidon Press, Phaidon design classic, donde se han recopilado cientos de objetos fundamentales de la vida cotidiana, desde la pinza de la ropa al clip, no se dé cuenta de algo tan necesario como es la horma de zapato. Por contra, en esta pequeña zapatería de Roma hacían alarde de su utilidad y belleza, dedicando una pared entera de su local al objeto que hace posible, en principio, todo su trabajo.
Actualmente, cuando uno visita el lugar de trabajo de algún oficio, no puede por más que fijarse en lo anodino del sitio que se le muestra. El trabajo es sucio, y se busca ocultarlo de la mirada del visitante o cliente, que sólo se hace una idea de lo que allí se hace por lo que diga el rótulo de la puerta, o por lo que otros le hayan asegurado que allí se hace. La uniformización a la que tienden los trabajos manuales entre sí y, al mismo tiempo, con los productos de las grandes fábricas e industrias que deterioran su saber hacer y sus resultados, tiene su reflejo en la ocultación del lugar de trabajo real y sus herramientas. Adiós a las paredes repletas de herramientas de las carpinterías, con el dibujo silueteado de cada una de ellas para recordar su ubicación. Adiós al olor a betún y caucho de las zapaterías. Al olor del horno que acompaña al del pan en las panaderías, pues la gran mayoría ya ni siquiera hornea. Al serrín de las guitarrerías... Ya sólo veremos sus oficinas y puntos de venta, todas iguales: mismo ordenador, misma mesa, mismo papel, iguales sillas y sillones, etc...; el más descarriado quizá mantenga del pasado uno de esos horribles cubrerradiadores que harán al visitante sentirse un poco más en casa, un poco menos en lo mismo. Pero será sólo un momento, porque en seguida todo volverá a la normalidad, y ahí es cuando nos damos cuenta: la razón de que ya no tenga sentido plantearse la diferencia entre el producto de la gran superficie y el de la tienda pequeña, es la degradación a la que se ha sometido al trabajo en las segundas y, puestos a escoger, es lógico decidirse por el más barato (el que tiene precios más competitivos, como tenemos que decir ahora).
Es por eso que resulta tan excitante encontrar realidades prácticamente extintas como ésta. Porque ya no es tan común descubrir sitios (se nos ocurren pocos ejemplos más en los que sobrevivan cosas parecidas, sin duda, los mercados tradicionales) en los que no sea la cantidad la que marque la diferencia.

1 comentario:

Germán Huici dijo...

El encanto de las hormas de zapato tiene que ver con lo siniestro. La amputación... Es algo fascinante de una forma intranquila, como un cuadro de De Chirico.
Por otro lado me encanta de Italia que se esfuercen por ser el último reducto de Occidente en conservar los oficios manuales. Tengo la intuición de que es algo que le volverá a ser muy útil al hombre dentro de algunos años (no sé cuantos).