martes, 5 de agosto de 2008

Pasteles y tipografía



Aunque el trabajo de Duchamp y Warhol haya ayudado a apreciar en su justa medida diferentes productos de lo que hemos venido llamando diseño de oficio, normalmente se ha hecho desde la admiración de la pieza como obra de arte. No es este el sitio para discutir las razones que llevaron a esos artistas a hacer lo que hicieron pero, aunque evidentemente éstas no incluían la valoración del diseñador de la pala quitanieves, o del envase de Brillo, o el de las sopas Campbell, o del modelo x de un urinario escogido en el catálogo de una empresa cualquiera, está claro que nos dieron la oportunidad de mirar con otros ojos esos trabajos.
Quizá, la razón de que, por lo general, no se aprecien las cosas cotidianas, es que se delega esa tarea en individuos socialmente aceptados para ello. Es decir, en una especie de notarios del gusto. Y no hay nada más ajeno al diseño popular que el que lo juzgue uno que no tiene porqué haberse relacionado con él en su vida diaria. Por un lado, el diseño de oficio, como todo diseño, no respeta las normas del arte, pero es que, por lo general, ni siquiera respeta las normas del diseño elevado.
Es una norma comúnmente aceptada, que las tipografías no se deforman. Pierden legibilidad, supone estropear el trabajo del tipógrafo y, por supuesto, porque no se debe "intentar convertir la letra en una imagen, la letra ya es una imagen" (como Enric Jardí en sus mandamientos). Es comprensible que esta postura es más bien defensiva y pretende, más que nada, cuidar el trato que se da al noble trabajo de la tipografía. Pero fijándonos en concreto en este sobre de levadura royal, no podemos más que llevarle la contraria al tipógrafo catalán (y con él a la gran mayoría del gremio). Si el cuidar la tipografía nos obliga, en cualquier momento, a perder trabajos como éste, entonces, aquélla tendrá que cuidarse sola. La respuesta que casi todos los tipógrafos contestarían de inmediato sería que esa norma sólo es aplicable al texto corrido, y no a logotipos ni carteles (éso sólo en algunos casos). ¿Pero a quién piensan que se le va a ocurrir deformar un cuerpo de texto? Casi con toda seguridad, a nadie, por tanto,aunque la norma sea correcta, es más bien absurda, pues no tiene campo en el que aplicarse.
Hay, además de la tipografía, otras dos cosas que me fascinan de este sobre. Una son sus colores, que son de una pureza extraordinaria. Y, la otra, es el dibujo que se repite dentro del dibujo, una vez y otra... Ese gusto para recoger algunos de los recursos que despiertan los placeres más infantiles del público sin resultar cargante, es envidiable.

2 comentarios:

Xavi Menós dijo...

si senor!!!!!!!

alfredo dijo...

A propósito del dibujo que se repite dentro del dibujo, acabo de leer en "La vie mode d´emploi" de Perec, lo siguiente:
"(..)un póster nostálgico que representa un barman con ojos llenos de malicia, larga pipa de arcilla en la mano, que se sirve una copita de ginebra Hulstkamp, copita que, por otra parte, ya se dispone a saborear, en un cartelito falsamente en abime(1)".
La nota del traductor, Josep Escué, dice lo siguiente: "En abime, término usado en arte que tiene su origen en la heráldica. Se refiere al punto central del escudo. La pieza central del escudo (puesta "en abismo") no toca ni se apoya en as piezas que la rodean, que parecen superpuestas, como en relieve, a ella, por lo que la pieza en abismo da la impresión de estar situada al fondo. El procedimiento es frecuente en la publicidad. La imagen representada en el embalaje del producto incluye este mismo embalaje con su propia imagen: un grupo de frailes alrededor de una caja de queso en la que se ve al mismo grupo de frailes ante la misma caja de queso y así indefinidamente"