viernes, 8 de agosto de 2008

El gusto marcial



Resulta chocante la fascinación que despierta toda la parafernalia militar en tiempos de paz. Cómo la moda la trivializa extendiéndola a todos los ambientes, desde el zurrón de guardar granadas, al estampado militar (pasando por la tecnología bélica), difuminando su contenido real para adaptarla al consumo cotidiano de la vida civil.
Este gorro, insignia del ejército rojo durante la guerra civil rusa (1918-1922), por contra, es uno de los pocos ejemplos en los que el proceso parece haberse producido al revés. Es un objeto marciano, más propio de las pasarelas que de los desfiles y demás demostraciones de poder, y es quizá por ello por lo que no ha tenido una larga vida ni en los cuarteles ni fuera de ellos. Un objeto extraño a todos, si exceptuamos a los nostálgicos de glorias pasadas.
En cuanto a sus características, el pliegue que asciende a los laterales se convierte, como es fácil imaginar, en unas orejeras que pueden cerrarse a la altura de la barbilla, dejando toda la cara, a excepción de los ojos a resguardo del frío. Su particular acabado en punta también persigue el mismo objetivo, ya que crea un espacio de más tamaño sobre la cabeza donde se acumula mayor cantidad de calor que en otros gorros más ceñidos a la cabeza. Algo muy útil si tenemos en cuenta que está diseñado para evitar el frío enorme al que se enfrentaban las tropas en Rusia y que, en un tiempo de escasez total, no podían permitirse tejidos más cálidos que el fieltro con el que era fabricado.

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